Los pacientes inmunosuprimidos presentan un riesgo mayor de infecciones, debido a sus disfunciones inmunes, producto de la actividad de su enfermedad y la terapia inmunosupresora. El uso de vacunas disminuye este riesgo, otorgando protección directa e indirecta, a través de la vacunación del paciente y sus contactos. Las vacunas inactivadas han demostrado un perfil de seguridad adecuado en estos pacientes, por lo que no están contraindicadas, aunque su respuesta inmune puede ser inadecuada. Las vacunas vivas atenuadas, formalmente contraindicadas, poseen una información creciente que permite evaluar su riesgo/beneficio de manera individual. Por este motivo es necesario procurar mantener el calendario de vacunas actualizado y complementado, evitando el retraso en esquemas de vacunación y poniéndolo al día lo antes posible, con estrategias basadas en el individuo. Para llevar a cabo esto, se debe conocer y considerar los intervalos entre las vacunas, los esquemas acelerados, la solicitud de vacunas especiales, las aprobaciones vigentes y, finalmente, sus contraindicaciones.