La alergia a las proteínas de leche de vaca (APLV) es un problema frecuente con una prevalencia estimada entre el 2 y el 7,5%. Se clasifica en inmunoglobulina E (IgE) mediada y no IgE mediada. En el primer grupo suelen predominar los síntomas cutáneos y respiratorios, como urticaria, angioedema y anafilaxia tras la ingesta de leche de vaca. El diagnóstico se basa en la historia clínica detallada y se confirma mediante pruebas alérgicas tipo IgE específica y/o prick test y la provocación posterior. En el segundo grupo predominan síntomas digestivos, como diarrea, vómitos, sangre en las heces, irritabilidad o fallo de medro. Dado que este grupo no es IgE mediado no son útiles para el diagnóstico ni la IgE específica ni el prick test, por tanto, ante la sospecha clínica la única arma diagnóstica sería la retirada de las proteínas de leche de vaca de la dieta durante 4-6 semanas confirmando la resolución de los síntomas. La retirada de las proteínas lácteas conlleva el uso de hidrolizados extensos de proteínas que suponen tanto un coste económico importante como, en muchas ocasiones, un rechazo del lactante y su familia por el mal sabor y olor de estas fórmulas.
Carlos Trillo Belizóna, Eduardo Ortega Páezb, Antonio F. Medina Clarosa, Isabel Rodríguez Sáncheza, Ana Reina Gonzáleza, Rafael Vera Medialdeaa y José Manuel Ramón Salgueroa
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